domingo, 26 de mayo de 2013

Dos imágenes y una frase para pensar.

Después de ese final tan trabajado e interesante que hace Ángela Enamorado de la historia de la Cueva de la Águilas, me da un poco de corte colocar algo en vuestro blog, pero ahí vaaaaaaaaaaaa.
Esta semana toca dos imágenes y una frase para pensar.
También una buena idea para reciclar una botella de refresco.
SALUDOS.





miércoles, 22 de mayo de 2013

LA CUEVA DE LAS ÁGUILAS (Continuación)



Para Alfonso con cariño…

Daniel, Hugo, Toño, Susana y Espe, junto a toda la clase, esperaban a que la maestra abriera. Esperaron menos de tres minutos y ya abrió. Nada más llegar, la maestra preguntó:
-¿Todo el mundo ha hecho el trabajo’
-Sííí, -contestaron todos.
-Bien, pues entonces empezaremos con el tema de los trabajos.
-¿Y qué vamos a hacer? –preguntó Álvaro, un niño de la clase.
-Voy a ir sacando grupo por grupo para ver qué han hecho, Álvaro.

Entonces la maestra sacó el primer grupo, el segundo, el tercero… Mientras tanto el grupo de Daniel no paraba de hablar.
-Gracias Daniel -dijo Hugo.
-De nada –respondió.
-¿Seguro que vas a mentir?- preguntó Susana.
-Sí.
-Tú….-dijo Espe.
-Nunca has mentido –continuó Toño.
-Bueno, el grupo de Daniel y compañía, por favor -habló la maestra.
-Ohhh!, nos toca –pensaron todos.
-A ver ¿qué habéis hecho?
Entonces Daniel enseñó el trabajo.
-Esto es, maestra – dijo Toño.
-Ehhhhh!.... vale está muy bien, pero quería haceros una pregunta, ¿cómo os habéis organizado? –preguntó la maestra.
-Pues…..
-Verás….
-Yo he comprado la cartulina, Hugo ha pegado las hojas, Toño ha escrito, Susana ha cogido las hojas y Espe ha escrito los nombres –dijo Daniel.
-Ahhh, vale- dijo la maestra con alegría, pensando que no serían capaces de hacer una cosa cada uno, sobre todo Hugo.
-¡No! –exclamó Hugo.
-Maestra, verás…, -Hugo le contó todo a la maestra, lo que había ocurrido y también se arrepintió por haber sido tan cruel con Daniel.
La maestra, emocionada les dijo:
-Ahora mismo os debería poner un cero a todos, menos a Daniel, pero no lo voy a hacer pues habéis hecho algo muy importante.
Vosotros, -continuó la maestra- Susana, Toño, y Espe, habéis engañado a Daniel, cosa muy mala, pero habéis intentado decir la verdad.
Tú, Daniel, has hecho todo el trabajo y has mentido, solo para que a tus compañeros nos les ponga un cero.
Y tú, Hugo, has dicho la verdad a pesar de todo lo que podría venir detrás. Habéis conseguido dos cosas importantísimas: la igualdad y la amistad.
Así que tenéis todos un diez. Os felicito –dijo emocionada.
Al escuchar esas palabras todo el grupo se emocionó y se dio un abrazo.
Desde entonces, Daniel, Hugo, Susana, Toño y Espe son inseparables. Y, desde aquel día, la vida de Daniel cambió.

Ángela Enamorado Acosta, 4ºA

domingo, 19 de mayo de 2013

Algo de arte.

Esta semana os pongo un cartel que me ha llamado mucho la atención. Para que veais las múltiples formas en que se puede representar artísticamente un mismo tema.
Espero que os guste. Antonio O.

miércoles, 15 de mayo de 2013

LA CUEVA DE LAS ÁGUILAS



Aunque ese día no había colegio porque era fiesta, Daniel se levantó temprano. Estaba contento, ansioso de que llegara la hora a la que había quedado con su grupo.
El día anterior, los alumnos se habían distribuido en equipos para que, aprovechando que estaban en mitad del otoño y que al día siguiente no tenían que ir a clase, buscaran hojas de árboles caducos e hicieran una composición con ellas en una cartulina.
Habitualmente Daniel no lo tenía fácil para encontrar equipo; ni siquiera para jugar a la hora del recreo. Todos decían de él que era un poco patoso y que no sabía jugar, así que no solían contar con él. Aquella vez fue diferente. Había sido la propia maestra la que, conociendo lo ocurrido, organizó los equipos. Y a Daniel le había tocado con Hugo (al que todos consideraban el líder de la clase), Toño (inseparable de Hugo), Susana (hermana de Toño) y Espe (una niña nueva ese año en el cole y con la que a todos se les caía la baba).
Así, andaba Daniel terminándose el desayuno, cuando entró su padre en casa diciendo que acababa de ver a los compañeros de éste andando hacia las afueras del pueblo. No podía ser; habían quedado a las diez y media y todavía faltaba más de un cuarto de hora para ese momento. Daniel dejó el resto del desayuno sobre la mesa, cogió su bolsa y salió corriendo en busca del grupo.
 -  ¡Esperadme!-  se escuchó a lo lejos. Toño, el primero en advertir el grupo, giró la cabeza y vio a Daniel corriendo hacia ellos.
     ¡Vaya, ahí viene el patoso! ¿Cómo se habrá dado cuenta? - dijo Toño.
      ¿Qué hacemos, salimos corriendo? - preguntó Susana.
       No – respondió Hugo-, ya nos ha visto y éste es capaz de chivarse a la maestra.
    Hola – jadeó Daniel al llegar a la altura de los demás, con poco resuello para respirar-. Creí que habíamos quedado a las diez y media.
      No, a las diez. Tú tan torpe y patoso como siempre – le contestó Espe.
Murmurando entre ellos, sin apenas poder entender Daniel lo que decían, continuaron andando. Recogieron algunas hojas caídas de los árboles cercanos al riachuelo. Casi todas parecían iguales.
       La maestra va a decir que no sabemos buscar hojas; son todas idénticas – Dijo Susana.
    Claro, con el bulto éste de niño que nos ha puesto en el grupo no podemos ni encontrar hojas decentes. ¡Si será hasta gafe! - concluyó Toño.
       Vayamos a la “cueva de las águilas”.- Propuso Hugo.
       ¡Uf! Eso es peligroso, Hugo – dijo Toño.
      ¿Qué es la cueva de “las águilas?- Preguntó Espe.
      Una cueva que hay en el monte pelado. Dicen que dentro viven águilas que son capaces de devorar a una persona viva.- Dijo Susana.
       ¡Anda ya, eso no puede ser! - apostilló Hugo-. No es más que invenciones de los mayores para que los niños no nos acerquemos. Allí alrededor hay árboles diferentes. Y me parece que seríais unos cobardes si no venís.
       A mí no me deja mi madre meterme en la cueva – dijo Daniel.
       ¿Y cómo se va a enterar tu madre de que entras en ella, bobo? - le dijo Toño.
Hugo le dijo que era un miedoso y un bobo y que, si no iba con ellos, no aparecería su nombre en el trabajo y le dirían a la maestra que no quiso colaborar, así que a Daniel no le quedó más remedio que acompañar a los demás a la temida “cueva de las águilas”.
Conforme se iban acercando a la cueva, a Daniel se le iba acelerando el pulso. Al llegar, todos comprobaron que era cierto que allí había árboles distintos, con lo que no tardaron en recoger varias hojas de diferentes formas y tamaños.
       ¿Quién se atreve a entrar en la cueva? - preguntó Hugo.
       Es peligroso, Hugo, no creo que sea buena idea- se apresuró a decir Daniel.
       ¡Entremos! - concluyeron Susana, Espe y Toño.
       Tú primero, Daniel – propuso Hugo.
Como Daniel no quería seguir pareciendo el patoso bobo que todos le decían, se llenó de valor y entró primero en la cueva. Había mucha humedad, pues se filtraba el agua y hacía que el suelo estuviera muy resbaladizo. En uno de sus habituales traspiés, cayó al suelo y se arañó la pierna. Su quejido sirvió para que los demás se rieran de él, así que sus ojos se enrojecieron más por la vergüenza y la rabia que por el dolor.
        ¡Quita!, no sirves ni para descubrir cuevas – sentenció Hugo.
Quedando Daniel sentado sobre una piedra y mirándose el profundo arañón, el resto del grupo siguió avanzando. Poco tardaron en comprobar que no sólo Daniel iba a sufrir las consecuencias de la humedad. Cuando quisieron descender por los salientes de las piedras, fueron resbalando uno a uno hasta terminar los cuatro en el suelo. El que peor escapó fue Toño, que, además de rasguños, se torció el tobillo y gritaba de dolor.
        ¿Qué te pasa, hermano?- le preguntó Susana.
      No puedo mover el pie, me lo he roto entero – le contestó éste.- Ayudadme a salir de aquí, quiero salir y me quiero ir a mi casa, me duele el pie.
Entre Susana, Espe y Hugo levantaron a Toño e intentaron escalar nuevamente las rocas, pero estaban mojadas y resbalaban una y otra vez. Acababan de meterse en un buen lío y no sabían cómo salir de él.
        ¡Daniel, ayúdanos!- gritó Espe.
        ¿Y qué puedo hacer? No alcanzo vuestras manos para tirar de vosotros- contestó Daniel.
        ¡Me duele!- repetía Toño una y otra vez.
Sin mediar palabra y echando un vistazo a su pierna magullada, Daniel se puso en pie y salió corriendo de la cueva.
       ¡Miedoso, bobo, patoso! - se oía gritar a los demás desde dentro de la cueva.
       ¡Mal amigo, vuelve!- oía Daniel decir a lo lejos.
     ¿Qué hacemos ahora? Tengo miedo – decía Espe a Susana, quien no la oía por estar llorando y pendiente del tobillo hinchado de su hermano.
       ¡Maldita sea! Cuando coja a ese patoso se va a enterar- dijo Hugo.
Cerca de una hora más tarde, los cuatro niños oyeron voces en el exterior y empezaron a gritar para que, quienes pasaran por allí, los oyeran.
       ¡Susana, Toño!- se oyó gritar. Era una voz familiar, el padre de los hermanos que, acompañado por Daniel y su padre, entraban en la cueva en auxilio de los niños.
     No os preocupéis, hijos, ya estamos aquí- dijo Andrés, padre de Toño y Susana, quien descendió hasta los niños y examinó el pie de su hijo, observando que se trataba únicamente de una buena torcedura, pero que no había nada roto.
       Voy a vendarte el pie, hijo y después tendrás que subir por esta escalera. Te dolerá un poco, pero no tienes más remedio que soportar ese dolor. Cuando salgamos, iremos a que el médico te vea ese tobillo y te mande algo para bajar la hinchazón.
Una vez fuera, los dos hermanos, Espe y Hugo subieron al coche de Andrés. Antes de arrancar, Hugo volvió la cabeza a Daniel y dijo:
      Gracias, Daniel. Perdón por lo que te dije antes.
Daniel, antes de volver a casa andando con su padre, se volvió a la cueva y recogió la bolsa donde habían guardado las hojas.
Al día siguiente, a la hora de entrar al colegio y en la fila de la clase de los niños, se observaban varias cartulinas con hojas caducas. Una de ellas, quizás no la más bonita, ni tampoco la que más hojas tenía, era sujetada por Daniel. A su lado, Hugo le echaba el brazo por encima.
En la cartulina, además de las hojas con los nombres de sus respectivos árboles, aparecían cinco nombres de alumnos:
Hugo, Susana, Espe, Toño y Daniel.
 Alfonso Pedro Domínguez

domingo, 12 de mayo de 2013

Comida más divertida.

Me ha dicho vuestra profe María Jesús que os gusta que ponga algo en vuestro blog. Esta semana va de comida. No hay que ser aburrido a la hora de preparar "platos".
Que os siente bien.

lunes, 6 de mayo de 2013

Saludos desde Madrid.

Para tod@s.
Y en especial para Laura Villalba que nos sigue mucho y nos escribe comentarios. Y para la profe.