PALABRAS

Hay palabras que no escucharé nunca, palabras antiguas que duermen en los diccionarios, también palabras vivas, bellas, feas, mágicas, misteriosas, benditas, malditas, envenenadas, cariñosas, amistosas…palabras que habitan en nuestra mente y acuden a la boca, a veces sin pensarlo, sorprendiéndonos. Palabras que nos gustaría olvidar, que desearemos no haber oído nunca, no haber pronunciada jamás, pero será imposible borrarlas de la memoria una vez que comprendemos el significado y sobre todo, la intención. Palabras que entran a formar parte del vocabulario con el que tratamos de interpretar el mundo y expresar el nuestro. Palabras que la mayoría de las veces irán asociadas a un momento, a una persona, a un lugar…
Las palabras definen nuestra vida en cada instante, en voz o silencio, acercan lugares con sólo nombrarlos, nos traen personas, momentos, recuerdos, sentimientos, nos saludan, nos reciben, nos despiden, nos echan, nos invitan… Algunas palabras, las buscamos en ciertos momentos sin hallarlas, y es imposible descansar hasta encontrarlas. Otras palabras, palabras que conocemos, que deseamos, que esperamos oírlas, no llegan jamás, o llegan tarde, cuando ya no valen lo mismo. Son palabras, que en su justo momento nos hubieran abierto un mundo, nos hubieran cambiado la vida, pero al oírlas después de haber enterrado las ilusiones, son tristes epitafios de lo que pudo haber sido.
Soñamos en palabras, vivimos en palabras… y por mucho que digan que una imagen vale mil palabras, nunca sobran las palabras dichas a tiempo. Hay que decir siempre palabras que tienden puentes, que ayudan a entenderse, a respetarse, a quererse… Hay que gritar las palabras que exorcizan miedos, el silencio frente a la injusticia y la barbarie se rompe sólo con una palabra: ¡Basta! Hay que usar las palabras adecuadas en el momento oportuno, y hay que dar la palabra a quien se la merezca.

Amadeo Gutiérrez Sancho