Aunque ese día no había colegio porque era fiesta, Daniel se
levantó temprano. Estaba contento, ansioso de que llegara la hora a la que
había quedado con su grupo.
El día anterior, los alumnos se habían distribuido en equipos
para que, aprovechando que estaban en mitad del otoño y que al día siguiente no
tenían que ir a clase, buscaran hojas de árboles caducos e hicieran una
composición con ellas en una cartulina.
Habitualmente Daniel no lo tenía fácil para encontrar equipo;
ni siquiera para jugar a la hora del recreo. Todos decían de él que era un poco
patoso y que no sabía jugar, así que no solían contar con él. Aquella vez fue
diferente. Había sido la propia maestra la que, conociendo lo ocurrido, organizó
los equipos. Y a Daniel le había tocado con Hugo (al que todos consideraban el
líder de la clase), Toño (inseparable de Hugo), Susana (hermana de Toño) y Espe
(una niña nueva ese año en el cole y con la que a todos se les caía la baba).
Así, andaba Daniel terminándose el desayuno, cuando entró su
padre en casa diciendo que acababa de ver a los compañeros de éste andando
hacia las afueras del pueblo. No podía ser; habían quedado a las diez y media y
todavía faltaba más de un cuarto de hora para ese momento. Daniel dejó el resto
del desayuno sobre la mesa, cogió su bolsa y salió corriendo en busca del
grupo.
- ¡Esperadme!- se escuchó a lo lejos. Toño, el primero en
advertir el grupo, giró la cabeza y vio a Daniel corriendo hacia ellos.
–
¡Vaya, ahí viene el patoso! ¿Cómo se habrá dado
cuenta? - dijo Toño.
–
¿Qué hacemos, salimos corriendo? - preguntó
Susana.
–
No – respondió Hugo-, ya nos ha visto y éste es
capaz de chivarse a la maestra.
– Hola – jadeó Daniel al llegar a la altura de los
demás, con poco resuello para respirar-. Creí que habíamos quedado a las diez y
media.
– No, a las diez. Tú tan torpe y patoso como
siempre – le contestó Espe.
Murmurando entre ellos, sin apenas poder entender Daniel lo
que decían, continuaron andando. Recogieron algunas hojas caídas de los árboles
cercanos al riachuelo. Casi todas parecían iguales.
–
La maestra va a decir que no sabemos buscar
hojas; son todas idénticas – Dijo Susana.
– Claro, con el bulto éste de niño que nos ha
puesto en el grupo no podemos ni encontrar hojas decentes. ¡Si será hasta gafe!
- concluyó Toño.
– Vayamos a la “cueva de las águilas”.- Propuso
Hugo.
– ¡Uf! Eso es peligroso, Hugo – dijo Toño.
– ¿Qué es la cueva de “las águilas?- Preguntó
Espe.
– Una cueva que hay en el monte pelado. Dicen que
dentro viven águilas que son capaces de devorar a una persona viva.- Dijo
Susana.
– ¡Anda ya, eso no puede ser! - apostilló Hugo-.
No es más que invenciones de los mayores para que los niños no nos acerquemos.
Allí alrededor hay árboles diferentes. Y me parece que seríais unos cobardes si
no venís.
– A mí no me deja mi madre meterme en la cueva –
dijo Daniel.
– ¿Y cómo se va a enterar tu madre de que entras
en ella, bobo? - le dijo Toño.
Hugo le dijo que era un miedoso y un bobo y que, si no iba
con ellos, no aparecería su nombre en el trabajo y le dirían a la maestra que
no quiso colaborar, así que a Daniel no le quedó más remedio que acompañar a
los demás a la temida “cueva de las águilas”.
Conforme se iban acercando a la cueva, a Daniel se le iba
acelerando el pulso. Al llegar, todos comprobaron que era cierto que allí había
árboles distintos, con lo que no tardaron en recoger varias hojas de diferentes
formas y tamaños.
– ¿Quién se atreve a entrar en la cueva? -
preguntó Hugo.
– Es peligroso, Hugo, no creo que sea buena idea-
se apresuró a decir Daniel.
– ¡Entremos! - concluyeron Susana, Espe y Toño.
– Tú primero, Daniel – propuso Hugo.
Como Daniel no quería seguir pareciendo el patoso bobo que
todos le decían, se llenó de valor y entró primero en la cueva. Había mucha
humedad, pues se filtraba el agua y hacía que el suelo estuviera muy
resbaladizo. En uno de sus habituales traspiés, cayó al suelo y se arañó la
pierna. Su quejido sirvió para que los demás se rieran de él, así que sus ojos
se enrojecieron más por la vergüenza y la rabia que por el dolor.
– ¡Quita!, no sirves ni para descubrir cuevas –
sentenció Hugo.
Quedando Daniel sentado sobre una piedra y mirándose el
profundo arañón, el resto del grupo siguió avanzando. Poco tardaron en
comprobar que no sólo Daniel iba a sufrir las consecuencias de la humedad.
Cuando quisieron descender por los salientes de las piedras, fueron resbalando
uno a uno hasta terminar los cuatro en el suelo. El que peor escapó fue Toño,
que, además de rasguños, se torció el tobillo y gritaba de dolor.
– ¿Qué te pasa, hermano?- le preguntó Susana.
– No puedo mover el pie, me lo he roto entero – le
contestó éste.- Ayudadme a salir de aquí, quiero salir y me quiero ir a mi
casa, me duele el pie.
Entre Susana, Espe y Hugo levantaron a Toño e intentaron
escalar nuevamente las rocas, pero estaban mojadas y resbalaban una y otra vez.
Acababan de meterse en un buen lío y no sabían cómo salir de él.
– ¡Daniel, ayúdanos!- gritó Espe.
–
¿Y qué puedo hacer? No alcanzo vuestras manos
para tirar de vosotros- contestó Daniel.
– ¡Me duele!- repetía Toño una y otra vez.
Sin mediar palabra y echando un vistazo a su pierna
magullada, Daniel se puso en pie y salió corriendo de la cueva.
– ¡Miedoso, bobo, patoso! - se oía gritar a los
demás desde dentro de la cueva.
– ¡Mal amigo, vuelve!- oía Daniel decir a lo
lejos.
– ¿Qué hacemos ahora? Tengo miedo – decía Espe a
Susana, quien no la oía por estar llorando y pendiente del tobillo hinchado de
su hermano.
– ¡Maldita sea! Cuando coja a ese patoso se va a
enterar- dijo Hugo.
Cerca de una hora más tarde, los cuatro niños oyeron voces en
el exterior y empezaron a gritar para que, quienes pasaran por allí, los
oyeran.
– ¡Susana, Toño!- se oyó gritar. Era una voz
familiar, el padre de los hermanos que, acompañado por Daniel y su padre,
entraban en la cueva en auxilio de los niños.
– No os preocupéis, hijos, ya estamos aquí- dijo
Andrés, padre de Toño y Susana, quien descendió hasta los niños y examinó el
pie de su hijo, observando que se trataba únicamente de una buena torcedura,
pero que no había nada roto.
– Voy a vendarte el pie, hijo y después tendrás
que subir por esta escalera. Te dolerá un poco, pero no tienes más remedio que
soportar ese dolor. Cuando salgamos, iremos a que el médico te vea ese tobillo
y te mande algo para bajar la hinchazón.
Una vez fuera, los dos hermanos, Espe y Hugo subieron al
coche de Andrés. Antes de arrancar, Hugo volvió la cabeza a Daniel y dijo:
– Gracias, Daniel. Perdón por lo que te dije
antes.
Daniel, antes de volver a casa andando con su padre, se
volvió a la cueva y recogió la bolsa donde habían guardado las hojas.
Al día siguiente, a la hora de entrar al colegio y en la fila
de la clase de los niños, se observaban varias cartulinas con hojas caducas.
Una de ellas, quizás no la más bonita, ni tampoco la que más hojas tenía, era
sujetada por Daniel. A su lado, Hugo le echaba el brazo por encima.
En la cartulina, además de las hojas con los nombres de sus
respectivos árboles, aparecían cinco nombres de alumnos:
Hugo, Susana, Espe, Toño y Daniel.
Alfonso Pedro Domínguez
¡Hola!Somos Penélope y Marina nos ha encantado el cuento,en que me ha parecido mal como han tratado a Daniel sus compañeros del grupo.
ResponderEliminarMe a gustado por que trabajan en equipo o grupos era un trabajo para encontrar hojas secas en una cartulina y en el río avia muchas iguales y fueron auna cueva oscura y resbaladiusa.
ResponderEliminarMe llamo Òscar Moreno Jimènez DE 4ºA
Somos Rafael Castillo y José Manuel.
ResponderEliminarEste cuento nos ha parecido un poco triste por como maltrataban a Daniel. -Me ha recordado a mi infancia-(RAFAEL)
A pesar de como trataban a Daniel, les ayudó.
HOLA ! Somos Ángela Enamorado Acosta y Laura Villalba Navas y queremos decir tres cosas:
ResponderEliminar1º:Gracias por hacernos este cuento solo para nosotros.
2º:Nos ha parecido, sinceramente, este cuento, un poco injusto con Daniel.
3º:También queremos apoyar a esas personas que les pasa algo parecido.¡NOSOTRAS SIEMPRE VAMOS A ESTAR AHÍ!
Aaaaaah... También queremos decirte, Alfonso, que estas invitado a nuestro cole el 17 de mayo(viernes) porque al día siguienteee...
¡ES NUESTRA COMUNIÓN ! Y seria el mejor regalo. Porfiiiii!!!
¡¡¡TE ESPERAMOS!!!
Un saludo , de ÁNGELA Y LAURA 4ºa
Hola soy Alejandro es toy contento porel Daniel por que consige amigos porque lo salvo
ResponderEliminar¡¡HOLA!!Soy Ángela Castro Jiménez.
ResponderEliminarHe leído algunos de los comentarios de mis amigos y me han encantado bueno también me a encantado este cuento sobre Daniel pero también me ha dado un poco de pena que insultaran a Daniel. También te quería decir que te hemos invitado a nuestro colegio el día 17 de mayo ¿Sabes por qué ese día? porque al otro día ¡¡¡ES NUESTRA CMUNIÓN!!!
BUENO ME TENGO QUE MARCHAR ADIÓS SIGUE ESCRIBIÉNDONOS CUENTOS.
Un Saludo Ángela Castro Jiménez 4ºA
Hola, chavales. Siento no haber podido estar hoy viernes con vosotros; otra vez será. O ya buscaremos una alternativa para estar en contacto. Deciros que he leído vuestros comentarios al cuento y que me siento feliz porque os ha gustado. No dudéis que, cuando surja otra historia, la compartiré con vosotros.
ResponderEliminarUn beso desde Huelva.
Alfonso.
Hola soy Ángela García Parejo 4ºA del colegio María Doña me perece muy injusto que sus compañeros de grupo insultaran a Daniel y como se fueron más temprano por la mañana para que el no fuera . Pero al final me parece justo que dijeran la verdad .
ResponderEliminarHola somos Barragán y Jorge.
ResponderEliminarNos ha encantado el cuento nos ha parecido,muy bonito y al final.
Se yeváron bien con Daniél.
Hola somos Antonio Javier e Iván.
ResponderEliminarNos ha parecido muy bonito, por un niño que lo consideraban muy torpe y patoso y consiguió que su equipo hiciera el trabajo, pero lo hizo el solo.
Te damos muchas gracias por escribirnos en nuestro blog y gracias por el cuento.
Un abrazo de Iván Rodríguez Jiménez y Antonio Javier Egea Algarín.
¡HOLAAA!
ResponderEliminarSomos Nerea y Patricia.
Queremos comentar sobre el cuento,está muy bonito y lo que meno nos gusta es que los compañeros de Daniel se metían con él. Pero al final se arrepintieron y se pidieron perdón y todos al final eran inseparables porque quedaron todos juntos.
ADIÓOOOS
NEREA Y PATRICIA 4ºA.
Me a gustado porque Daniel hace el trabajo aunque es el mas torpe y me en sella que tengo que tratar a todos iguales
ResponderEliminarAlejandro