jueves, 14 de noviembre de 2013

Lecturas de la Historia

Isabel 
Colón partió del pequeño puerto de Palos, y no de Cádiz, como estaba previsto, porque allí no cabía un alfiler. Por el puerto de Cádiz, miles y miles de judíos estaban siendo arrojados fuera de la tierra de sus antepasados y de los antepasados de sus antepasados. 
 Colón viajó gracias a la reina Isabel. Los judíos también: ella los expulsó. 
 Los Reyes Católicos eran dos, Isabel y Fernando, pero Fernando estaba más preocupado por las damas y las camas que por las cosas del poder. Después de los judíos, fue el turno de los musulmanes. 
Diez años había luchado Isabel contra el último baluarte islámico de España. Cuando su cruzada culminó, y Granada cayó, hizo todo lo posible por salvar esas almas condenadas a la quemazón eterna. 
Su infinita misericordia les ofreció el perdón y la conversión. Le contestaron con palos y piedras. Entonces ella no tuvo más remedio: mandó quemar los libros de la secta de Mahoma en la plaza mayor de la ciudad conquistada, y expulsó a los infieles que persistían en su falsa religión y en su manía de hablar árabe. 
Otros decretos de expulsión, firmados por monarcas posteriores, culminaron la purga. España envió al exilio, por siempre jamás, a sus hijos de sangre sucia, judíos y musulmanes, y así se vació de sus mejores artesanos, artistas y científicos, de sus agricultores más avanzados y de sus más experientes banqueros y mercaderes. A cambio, multiplicó sus mendigos y sus guerreros, sus nobles parásitos y sus monjes fanáticos, todos de limpia sangre cristiana. 
 Isabel, nacida en Jueves Santo, devota de la Virgen de las Angustias, había fundado la Inquisición española y había nombrado a su confesor, el célebre Torquemada, Inquisidor Supremo. 
Su testamento, inflamado de místico ardor, insistió en la defensa de la pureza de la fe y la pureza de la raza. A los reyes venideros rogó y mandó “que no cesen de pugnar por la fe contra los infieles y que siempre favorezcan mucho las cosas de la Santa Inquisición”

 Prohibido ser 

 El bisnieto de la reina Isabel, el emperador Felipe II, enemigo del agua y de la luz, reiteró algunas prohibiciones contra los llamados moros, y mientras nacía el año 1567 decidió aplicarlas con puño de hierro. 
 No se podía: 
 hablar, leer y escribir en árabe, 
 vestir según los usos tradicionales, 
 celebrar fiestas con instrumentos y cantares moriscos, 
usar nombres o sobrenombres moros 
 y bañarse en los baños públicos. 
Esta última prohibición prohibía lo que ya no existía. Un siglo antes, había seiscientos baños públicos solo en la ciudad de Córdoba. 

 
 Eduardo Galeano: “Espejos. Una historia casi universal” Ed. Siglo XXI

2 comentarios:

  1. HOLA SOY IVÁN. EN MI OPINIÓN, ISABEL I ACTUÓ POR UNA PARTE BIEN Y POR OTRA PARTE MAL. POR UNA PARTE LO HIZO BIEN PORQUE MANDÓ A CRISTÓBAL COLÓN A DESCUBRIR NUEVAS RUTAS PARA LLEGAR A LA INDIA Y ASI PUDO DESCUBRIR AMERICA, Y POR OTRA PARTE LO HIZO MAL PORQUE HECHÓ DE LA PENÍNSULA A LAS PERSONAS MÁS INTELIGENTES Y VALIOSA Y PORQUE QUERÍA IMPONER SUS CRENCIAS A LA FUERZA.


    UN SALUDO A TODOS Y A TODAS
    IVÁN RODRÍGEZ JIMÉNEZ

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  2. Hola soy Ángela Enamorado y mi mamá está aquí conmigo para hacer juntas este comentario. Creemos que de la historia siempre hay que aprender, y así no cometer los mismos errores que nuestros antepasados.Ya entonces existía el racismo, la reina Isabel fue racista al expulsar a personas con otras nacionalidades y pensamientos del país. No solo expulsó a estas personas sino que nos negó la posibilidad de seguir aprendiendo a los españoles. Desgraciadamente los musulmanes eran más listos que nosotros. Menos mal que por lo menos creyó en Colón y pudimos conquistar y conocer las Américas.

    Ängela Enamorado y su mamá 5º A

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